Aquila non capit muscas

 

Las comparaciones entre la conducta de los hombres y los demás integrantes del reino animal, han estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Es así que no nos resultan extrañas las sentencias que ilustran la condición de algunos, cuando se dice de alguien que “trabaja como un burro”; “tiene hijos como conejo”; o, “es más rastrero que cucaracha”.-

 

En ese mismo contexto se debe entender aquella que en Latín dice “Aquila non capit muscas”, que literalmente significa “el águila no caza moscas”, y se utiliza para explicar que personas e Instituciones, grandes o importantes, no dedican su tiempo y esfuerzo a problemas menores o personas débiles. Ni debieran hacerlo.-

 

Lo señalado viene a cuento, para explicar de alguna manera, cual es la corriente actual del Derecho Penal en el mundo, al que nuestro país se sumó a fines del siglo pasado, cuando se adoptó el (nuevo) Código Penal, y poco después el Procesal.-

 

Ellos sustituyeron al anterior sistema de enjuiciamiento y castigo penal, que imponía la obligación de que cada delito, por mínimo o miserable que fuere, sea objeto de un proceso y – eventualmente – una sanción, estableciendo, a partir de entonces, que los recursos humanos y económicos del Estado se apliquen a la persecución de los hechos punibles (crímenes y delitos) de mayor importancia, dejando de lado a los menores.-

 

Se introdujeron institutos procesales como el Criterio de Oportunidad, la Suspensión condicional del Procedimiento, el Juicio Abreviado, y soluciones penales como la Bagatela, la prescindencia de la pena, la suspensión a prueba de la ejecución de la condena, entre otros.-

 

El doble propósito estaba a la vista, el Ministerio Público debía desprenderse de todos aquellos casos de poca monta, en los que se insumían tiempo y dinero, con lo cual el sistema de administración de Justicia superaría el colapso producido por la gran cantidad de procesos en trámite, que llenaban de papeles todos sus espacios físicos y significaban una gran pérdida de tiempo, como – igualmente – una importante sangría económica, que finalmente conducía al mismo resultado: Los procesos se extinguían por prescripción, luego que el imputado pasara algún tiempo tras las rejas, y recobrara su libertad por cumplimiento de pena, sin Sentencia.-

 

Era imposible bajar las tasas de morosidad judicial, por la gran cantidad de causas en trámite, e imposible reducir el número de reclusos sin condena.-

 

La sustitución del principio de “legalidad”, por el de “oportunidad”, y la consagración del “Derecho penal mínimo” parecía indicar que los números desfavorables con los que comenzamos el Siglo actual, se revertirían rápidamente.-

 

Ello no ocurrió, a pesar del cambio legislativo y la adecuación normativa de las Instituciones encargadas de aplicar las nuevas leyes, porque – sencillamente – nunca cambió la mentalidad de los operadores de Justicia.-

 

Los números son elocuentes, más de 13.000 reclusos siguen alojados en nuestras penitenciarías, de los cuales, aproximadamente el 75% no tiene condena. Unos 9.750 del total, siguen encarcelados, esperando Justicia. Siguen esperando que la presunción de inocencia que la Constitución Nacional (Art. 17.1.) les garantiza, sea reconocida o desconocida por una Sentencia Judicial.-

 

Aunque los números de presos (con y sin condena) no discriminan por clase social o condición económica, los tipos de hechos punibles que se atribuyen a los mismos evidencian que la mayoría, por no decir todos, pertenecen a las clases económicas y sociales más desprotegidas. Los “delincuentes de guantes blancos”, los evasores de impuestos, los contrabandistas, los “empresarios”, banqueros, usureros y lavadores de dinero, no forman parte de la población carcelaria.-

 

Si tomáramos en consideración los números de las estadísticas oficiales, debiéramos concluir, en grado de certeza, que en el Paraguay, los acomodados y poderosos no cometen delitos. Declaran absolutamente todos sus ingresos, pagan sus impuestos y comercian con mercadería ingresada legalmente por Aduanas.-

 

Aquella visión que se nos presentaba hace veinte años, cuando ingresábamos a una Penitenciaría poblada de empresarios, grandes políticos y banqueros, compartiendo lugares comunes con ladrones de gallinas, ha desaparecido. Hoy siguen los ladrones de gallina, mientras los otros siguen operando como si nada hubiera cambiado.-

 

Los números estadísticos nos presentan hoy una visión distinta, una realidad incontrastable, el Ministerio Público se dedica a la persecución selectiva de hechos punibles, según la posición económica, social y política de los sospechosos.-

 

Los escándalos provocados por la revelación de hechos graves de corrupción en la matriz del futbol mundial y sudamericano no se encuentran registrados en las Estadísticas. Tampoco se ha hecho nada respecto a la revelación de esquemas de evasión y lavado de dinero que produjo la filtración de datos y documentos de sociedades “off shore”, que vincula a personas y empresas paraguayas.-

 

El Ministerio Público no dedica tiempo, dinero y mucho menos voluntad para investigar, perseguir, enjuiciar y finalmente encarcelar a grandes delincuentes, se ha conformado con cazar moscas. Por ello no debiera extrañarnos que, para cubrir su negligencia cómplice, fijen su mirada en Secretarios, Contadores o Empleados que sirvan de chivos expiatorios de delitos diseñados y ejecutados para beneficio económico de aquellos que para no ensuciarse la mano, se calzan guantes blancos.-

 

Sin ninguna duda, el cambio de leyes e Instituciones ha fracasado, porque no hemos sabido (o querido) elegir a las personas, académica, intelectual y moralmente adecuadas para llevar adelante la tarea que transforme el sistema judicial medieval, que aún subsiste. No hemos podido (o querido) elegir águilas, sino camaleones, que sigan arrastrándose sobre sus vientres en procura de capturar moscas.-

 

Jorge Rubén Vasconsellos