Civilizado, Democrático y Republicano

 

Hace más de un año que el Gobierno decretara “aislamiento preventivo y otras medidas sanitarias” (eufemismo utilizado para ocultar) medidas que restringen libertades sociales e individuales, cuya pertinencia y necesidad no pueden ponerse en tela de juicio, aunque carecen absolutamente de legalidad, siendo violatorias de la Constitución Nacional.

 

Sin embargo, valiéndose de la fuerza pública, el Ejecutivo procura imponer el sometimiento de la población a sus inconstitucionales medidas, con la colaboración incondicional del sistema judicial, ante la incompetencia e indolencia del Poder Legislativo.

 

Desde entonces, y hasta ahora, la Policía Nacional detiene a los ciudadanos e incauta sus vehículos, por “violación del Decreto Presidencial”, en estrecha colaboración con el Ministerio Público. Aunque el desgaste político y el desprestigio del Ejecutivo, han determinado la permisividad selectiva, y la aparición de la “Cuarentena inteligente”, o la “Operación serrucho”, mientras los contagios y decesos aumentan exponencialmente, en medio de graves precariedades en materia hospitalaria, en la provisión de medicamentos e insumos médicos, y sobre todo, de un estruendoso fracaso en la obtención de vacunas para la población.

 

Frente a este panorama desolador, y cuando más necesarias son las medidas sanitarias de prevención, el Poder Legislativo sigue actuando de espectador y cómplice de las violaciones constitucionales, sin proveer al Estado de las herramientas jurídicas necesarias para legalizar la represión a la violación de aquellas, ocupando tiempo y esfuerzo a proyectos e iniciativas que proyecten sus propias figuras e intereses políticos, con miras a las próximas elecciones.

 

Mientras tanto, el latinazgo que sentencia: “nullum crimen nulla poena sine lege (Ulpiano), recogido por el Digesto de Justiniano (533 d.c.), que fuera incorporada por la legislación universal, y se encuentra consagrada por en el Art. 17.3. de la Constitución del Paraguay (“En el proceso penal…toda persona tiene derecho a: … que no se le condene sin juicio previo fundado en la ley anterior al hecho del proceso…”), se ha convertido en letra muerta.

 

El denominado principio de legalidad penal por el cual “…Nadie será sancionado con una pena o medida sin que los presupuestos de la punibilidad de la conducta y la sanción aplicable se hallen expresa y estrictamente descritos en una ley vigente con anterioridad a la acción u omisión que motive la sanción…”, que proclama el Art. 1 del Código Penal paraguayo, ha sido invisibilizado.

 

Fiscales y Jueces se han aplicado a la “creación” de nuevas figuras penales, a partir de interpretaciones sesgadas, extensivas y (sobre todo) acomodadas, a las necesidades de contar con inexistentes herramientas que les permitan sostener el “imperium” del que carecen los Decretos Presidenciales, e insatisfechos con la eficaz colaboración que prestan a la profanación de normas constitucionales en la materialización de procesos penales en contra del incumplimiento de aquellos actos o resoluciones administrativas, se aprontan a inventar justificaciones para castigar a aquellos que de modo irregular han accedido o accederán a ser inmunizados con las vacunas, antes de lo establecido en las disposiciones dictadas por la autoridad sanitaria competente.

 

Los “avivados”, como se autodenominó el Decano de una Facultad de Derecho con sede en Alto Paraná, las amiguitas y los parientes de los políticos, de las autoridades o del enfermero, son los protagonistas de este nuevo escenario en el cual se enfrentan derechos fundamentales de la sociedad, cuya valoración se mide en términos de vulnerabilidad ante la infección pandémica, como consecuencia de la escases (o ausencia) de inmunizantes, debido a varios factores, desde el desmedido afán de lucro de los productores, hasta la notable ineficiencia del Gobierno.

 

Resulta incuestionable e indiscutible la “reprochabilidad” de la conducta de tanto de tales avivados, como de los encargados de administrar (en todo el sentido de la palabra). Desde el punto de vista moral y ético, ambos son igualmente deleznables, pero lo ético y lo moral se han separado de lo jurídico desde hace miles de años. El castigo al inmoral y a quien viola las normas éticas de convencía, corresponden a la sociedad. Es ésta la única habilitada a aplica sanciones morales, éticas o sociales, pero nunca jurídicas, pues estas se encuentran reservas a los Jueces o Magistrados, en virtud y por disposición de la ley.

 

El latinazgo citado (nullum crimen nulla poena sine lege), se complementa con otras exigencias. La lex debe ser previa, cierta, escrita y estricta, de lo contrario la manda constitucional prevista en el Art. 17.3, antes referido, y desarrollado en la disposición que preside el Código Penal, impiden toda persecución judicial, y consecuentemente la imposición de castigos.

 

Es imperioso que los integrantes del Poder Legislativos se despierten de su modorra, abandonen sus campañas proselitistas, sus rencillas partidarias, sus peleas intestinas, y asuman el compromiso de representar adecuadamente los intereses y derechos de la sociedad, mediante la aprobación de proyectos de leyes transitorias que legitimen las medidas sanitarias ilegalmente dictadas por el Ejecutivo, que castiguen la violación de las mismas, y califiquen como delito la administración de vacunas, al margen de los planes y programas dictados por la autoridad sanitaria.-

 

El que aplica el inmunizante de modo irregular, saltando, violando o apartándose de las reglas establecidas, debe ser reputado delincuente. El que lo ordena, el que lo permite, el que lo aprovecha, también.

 

Pero, ello debe estar consagrado en la ley. En una ley penal previa, cierta, escrita y estricta, si pretendemos que Gobernantes y Gobernados se sometan – por igual -  a la ley, si pretendeos que los Fiscales imputen a quienes nos roban el derecho a la salud y la vida, si pretendemos que los Jueces juzguen y condenen a autoridades y “avivados”, si pretendemos que todo ello se desarrolle en el marco de la Constitución Nacional. Es decir, si queremos devolver a nuestro país al mundo civilizado, democrático y republicano, que diseñaron nuestros constituyentes.-

 

Jorge Ruben Vasconsellos