Reflexiones sobre la vida y la muerte

 

se celebraron audiencias públicas convocadas por la Comisión Nacional para el Estudio de la Reforma del Código Penal, en la sede del Poder Legislativo, a los efectos de “…dar una oportunidad a la sociedad organizada para que opine con relación a los alcances del artículo 109 del Código Penal, que es el tipo penal que establece los presupuestos fácticos y jurídicos del delito del aborto…”. En paralelo, medios de prensa radial y televisivo, realizaron entrevistas y debates sobre el mismo tema.-

 

Muchos expresaron su opinión sobre el tema desde los más diversos puntos de vista. Argumentos de carácter jurídico, científico, religioso, ético, social y hasta emocional se mezclaron y se siguen entremezclando al formular posiciones en favor o en contra de la modificación (o derogación) de la disposición que califica a la interrupción voluntaria del embarazo, o aborto provocado, como delito y establece sanciones (Art. 109 del Código Penal)

 

Se ha podido notar que las posiciones adoptadas el tema, aunque antagónicas, en la mayoría, incurrían de modo recurrente en la consideración de un caso puntual. La penosa situación a la que se encuentra sometida una niña de diez años de edad, que sobrelleva un embarazo, como consecuencia de un abuso sexual.-

 

Los argumentos jurídicos expuestos de uno y otro sector, merecen elogios y críticas.  Creo que nada puede agregarse, ni desde el punto de vista Constitucional, ni legal, y por ello cualquier aporte que pudiera hacerse desde estas perspectivas, resultará repetitivo, innecesario, y hasta tedioso.-

 

Es por ello que, me apartaré del análisis, la crítica o la toma de posiciones desde tales perspectivas, para reclamar un espacio de dialogo y reflexión.-

 

Desde este ángulo o perspectiva, entiendo inapropiado en extremo, invocar la situación de la niña abusada y embarazada, para procurar mantener el estado de cosas actual, o procurar la modificación de una norma de carácter general, para brindar al caso una “solución” decidida por terceros y no por los protagonistas de la tragedia.-

 

Resulta difícil entender a aquellos que pretenden la modificación del Código Penal para autorizar el aborto provocado de la menor, pues la adopción de una medida extrema como esta, no podrá ser aceptada, asumida o querida por la niña víctima.-

 

Tampoco, representará la desaparición del detestable hecho a la que fuera sometida, ni reparará el daño producido, como tampoco su secuela física, psicológica y emocional.-

 

El aborto voluntario, sin justificación médica seria, que se apoye en la necesidad de preservar la vida y la integridad física, o por lo menos, lo poco que resta a la triste vida que habrá de enfrentar en el futuro como víctima de abuso, carece de lo más importante: finalidad o propósito sano, valorable positivamente.-

 

El aborto en este caso (o de los cientos de otros casos de niñas embarazadas que se registran anualmente) no ataca la causa del problema. El problema es el abuso, la violación, el estupro y toda otra forma de violencia sexual.-

 

Si el problema no fuera la violencia sexual contra la mujer, sino el fruto de ello, es decir, el eventual embarazo de la víctima, no sería descartable plantear una medida preventiva distinta, la esterilización química transitoria de las mujeres, incorporando al plan de inmunizaciones o vacunaciones, medicamentos anticonceptivos. Ello sería sencillamente un absurdo,  como absurdo es sostener que el aborto ataca la causa del embarazo.-

 

No se trata de adoptar posiciones sensibleras, ni actitudes populistas. Se trata de reflexionar sobre lo que se pretende, sobre sus efectos y consecuencias, pero fundamentalmente, de abordar las causas que originan estos embarazos.-

 

El enemigo de la sociedad no es el embarazo de las niñas violentadas, es la violencia ejercida contra ellas, traigan o no un embarazo como consecuencia. Y como sociedad, debemos buscar los mecanismos legales, políticos y sociales para evitar e impedir que hechos de esta naturaleza se repitan o reproduzcan.-

 

De hecho, estas reflexiones ya han merecido una respuesta – casi – esperada. Como suele ocurrir en este tipo de situaciones, se ha pretendido la descalificación con la pregunta “¿Qué harías si la víctima fuera tu hija?” y la respuesta no la tengo, pero estoy seguro que no lo castigaría a mi nieto, arrancándole la vida. En todo caso mi deseo de venganza se dirigiría contra el agresor,  el victimario, el abusador, el violador, o como quiera calificarse al responsable de semejante crimen.-

 

Cuando planteamos la despenalización del aborto, hagámoslo con sinceridad de propósitos, sean estos buenos o malos, pero, no mezclemos las cosas, la interrupción voluntaria del embarazo no tiene ninguna relación con la violación de menores, solo se vincula con nuestra visión sobre la vida y la muerte.-

 

Jorge Rubén Vasconsellos